Niko Castro viene dejando su huella hace tiempo en algunos muros de la ciudad, como por ejemplo en uno de los de la arenera, o muro de los derechos de los niños. Tiene un gran trazo, colores vivos, rostros definidos y se puede decir, mucho más.
Es mercedario, joven y estuvo participando del festival “33 Grados” que acaba de terminar y que dejó un saldo por demás positivo.
Su lienzo estuvo ubicado en una zona prácticamente céntrica, 28 de febrero casi Eusebio Giménez. Allí dejó plasmada mucha “cosa suya” dijo el artista ante nuestra consulta, “un poco de mi gusto personal, quedó con mucho color y tiene una mezcla de todo”.
Reconoció que hay muchas obras de él en la ciudad y que sus pinturas particularmente reflejan su estado de ánimo.
El que se detiene a ver la obra que quedó plasmada allí junto a la última ventana de la biblioteca Eusebio Giménez, puede descubrir muchos elementos contenidos en la misma.
“Se puede ver una planta, un libro, platillos, una máquina de tatuar porque soy tatuador, una copa, un racimo de uvas, una cometa, un poco de todo pero mucho color”.
A Niko se le complicó un poco terminar su intervención porque usó pintura al agua, y el mal tiempo le jugó una mala pasada. Le insumió al menos cuatro días para dejarla culminada.
No se define ni como muralista ni como graffitero “porque creo que un estilo entra dentro del otro y a mí me gusta pintar que es lo importante. A veces los definen de una u otra forma conforme el material que utilizan y el mensaje que queda expresado pero yo no mes defino ni de una ni de la otra manera”.
Pinta desde hace unos nueve años, trabaja también como tatuador, pinta la cara de los murguistas y “todo está entrelazado”.
Felicitó a los organizadores del festival, porque fue un éxito y “la ciudad lo necesitaba porque en realidad Mercedes es una ciudad monocromática, bastante gris, pero ahora ya no, tiene color y yo formé parte de ello. Lo bueno es que la gente está viendo de que se trata, que no es rayar nada más sino es dejar un mensaje y está muy bueno”, concluyó.